viernes, 5 de julio de 2013

Por qué a mí?

Hace unos días discutía con Esteban (un amigo) sobre una reflexión de Lawrence Krauss en la que sostenía que toda la vida provenía de la casuística de las explosiones estelares y que por ese motivo deberíamos olvidar a Jesús y toda creencia religiosa por ende.

Yo no estoy de acuerdo con esa teoría. No porque crea o siga alguna religión. Me parecía muy pero muy difícil que la alegría, el amor, el alma, el espíritu, la belleza, la compasión tuviese un origen tan físico como las mezclas en un caldero gigante del carbón, el nitrógeno, oxígeno y otros etcéteras parecidos.

Claro que por no estar de acuerdo no acepte que este doctor en física, o inclusive Esteban mismo puedan pensar o aseverar esa teoría.

Y me pone muy contento pensar que todavía la gente nos preguntemos los “por qué” de las cosas. De nuestra vida, de nuestro ser, de nuestro entorno, de nuestro universo infinito y particular. Es una pregunta muy valiente y constructiva también. Porque incrementa nuestra necesidad de conocimiento y la de “saber la verdad”

Pero es una pregunta muy peligrosa si comenzamos a bajar un poco el nivel del objeto de la pregunta. Peligrosa porque en algún momento llegará inexorablemente a tocar el cómo organizamos el mundo, política y socialmente. Y hasta podemos llegar a cuestionar la forma en que está organizada nuestra propia vida, nuestras costumbres y nuestra cultura. Y digo peligrosa porque la pregunta puede llevar no solo al cuestionamiento sino a intentar el cambio que a veces puede ser un intento absolutamente radical. 

Pero acá viene lo más peligroso de la cuestión. Hasta la misma pregunta puede cambiar. Y puede cambiar a “por qué a mí”

Este “a mí” ya denota un cierto dejar de ser dueño de la situación. Quiere decir que ya no soy yo solo sino que hay algo o alguien que dictamina y sentencia mi realidad o mi futuro. Y yo, al reconocerlo tan abiertamente, me dejo sojuzgar y me hago esclavo fácilmente. 
Creo que la cosa estaba predeterminada a pasar pero me pasa a mí y que hubiese sido mejor que le pasara a otro. “Dios no es justo conmigo”, dicen algunos. “La vida me tiene preparado algo mejor” piensan los que son un poco más ateos.

Además de egoísta, es una mezquindad pensar así.

Es bueno para mí saber el por qué se produjo el accidente que me dejó parapléjico. Pero jamás debería preguntarme el por qué me pasó a mí y no a otro.

Y conozco a muchos que se dejan lastimar pensando lo segundo y viven esperando que se revierta esa situación de la misma manera que vino. Y esperan recostados tranquila y pacientemente dependiendo de la voluntad de un Dios o de una naturaleza gentil que repare.

Sinceramente yo no puedo esperar que varias estrellas exploten para curar así mi lesión y lamentablemente tampoco espero que el dedo divino toque y la sane.

Espero que la ciencia haga lo suyo y mientras tanto desde mi realidad disfruto de la belleza y el amor de las cosas y de quienes me rodean. Claro que sin dejar de preguntar el “por qué” de lo que no sé.