domingo, 17 de noviembre de 2013

La muerte como elección

Tengo que reconocerlo, en algún momento pensé en la muerte. Supongo que todos lo hacemos en algún momento, pero cuando supe mi situación después del accidente pensé en elegirla. Como sacrificio, como resignación. Como responsable del “hasta aquí llegué”. Como solución para no causar molestias. Una manera digna de decir “cumplí el proceso”.

Si bien en la adolescencia la veía como parte del plan de Dios, siempre pude ver la muerte como un acto de la naturaleza en el cual la biología comienza a dejar de ser funcional. Que inclusive hace que uno deje de ser consciente a medida que llega el momento. La veía también desde el punto de vista como el de cumplir con ciertos objetivos de la vida. Algo así como la vieja idea ésa de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.

Cuando el doctor me dejó solo esa noche después de decirme el grado de lesión y las consecuencias no tuve miedo, ni me sentí muy triste. Solo especulaba en qué hacer de ahora en más. Asombrosamente me di cuenta que estaba intentando en forma egoísta reorganizar las cosas prácticas como el trabajo. De qué manera afrontaría los compromisos económicos. La situación de la gente que me rodeaba. Y en ese planteamiento también estaba el de dejar de vivir. Inclusive rumié sobre quién podría ayudarme y cómo.

Es curioso, me doy cuenta ahora que no pensaba en mí. No tenía en cuenta lo que era, ni lo que hacía, ni lo que amaba, ni lo que disfrutaba, ni lo que tenía, ni nada que tuviera que ver con mi esencia.
Entonces me acordé de algo que me asustó un poco. Hacía unos meses antes del accidente que había escrito una canción cuya letra me pareció un poco rara en su momento pero no le di importancia.

Tierra seca
Clickeá aquí para escuchar la canción

Ya no puedo distinguir el cielo de la soledad
Tierras secas de selva, la tensa calma de un despertar
La frente parece ajada, mil años llevo en mí

Camino solo en el surco que se aró por arar
esperando la semilla que nunca va a despuntar
De qué sirvieron ofrenda, sacrificio, empeño, afán.

Soy una gota salada en el llanto universal
En esta inmensa marea en esta gris vastedad
La frente parece ajada mil años llevo en mí.

Como despojo divago esperando algún final
Pensando en ser pasto útil y dejándome al fin llevar
De qué sirvieron ofrendas, sacrificio, empeño, afán

Se que hay caminos de sol
Noches que mueren paz


No puedo decir que quería morir. No puedo decir que me había resignado, bajado los brazos y que ya había llegado mi hora. Tampoco puedo decir que conscientemente busqué mi accidente. Pero es evidente que algo no estaba bien con mi forma de vida. 

Volviendo al momento de la toma de conciencia pregunté por lo que podía y lo que no podría hacer. Me ilusionó un poco saber que mi lesión era la que era. Que no iba a depender de nadie para sobrevivir y que mi existencia podía seguir siendo “digna”. Sabía que tendría que comprobar si realmente iba a ser de esa forma pero instantáneamente dejé de pensar en ella. En mi muerte.  

Y me pasó algo extraño. Todo lo comencé a ver como un reto nuevo. Cada situación cotidiana la debía adaptar a mi realidad física pero con todo el bagaje de mi experiencia. Como una reeducación de las formas a lo cotidiano de toda la vida. Cada paso dado era motivo de alegría.

Y comencé a descubrir que el café tiene un gusto diferente. Todo está relativizado de alguna forma. Mis “caras de culo” son sólo caras de concentración. Mis enojos por tonterías se transforman en risas y chistes espontáneos. Las esperas son momentos para leer y escuchar música. Las mañanas son motivos de disfrute. No tengo más acidez estomacal. Descubrí el significado de algunas palabras como paciencia, empatía y resiliencia. Me volví a apasionar por personas, cosas y situaciones. No me levanto de las siestas de mal humor. Distingo mejor los sabores y olores. Estoy muchísimo menos apurado y disfruto de cada cosa nueva que descubro.

Estoy convencido que ahora me sería muy difícil escribir una letra como “Tierra seca”. Me siento motivado a escribir otras cosas. 

Podrá sonar muy egoísta esto que diré, sobre todo para aquellos compañeros lesionados que sufren una situación más dura que la mía y a los cuales les pido disculpas pero pienso que la lesión me acercó a la muerte para poder elegir seguir viviendo mucho mejor.