lunes, 14 de mayo de 2012

Una mañana, todas las mañanas


Hoy me desperté temprano. Comencé con el rito de todos los días. Encaucé la horizontalidad de mi cuerpo. Es muy curioso cómo los consejos que me dieron en el hospital sobre girar en la cama se encarnaron en mí. Entonces siempre me despierto de costado porque trato de no dormir boca arriba nunca.

Aguanto los espasmos matutinos y apago el BiPap.


La señorita callejera
Después miro a la ventana del frente. En donde el sol amanece y me permite ver el contorno de las montañas de Gredos. Es muy difícil que no vea también la silueta de la gatita callejera que ya se adueñó del vano de la ventana. También es raro que no maúlle cuando percibe alguna conversación aunque sea leve.

Acto seguido enciendo el televisor. Las noticias me ubican en este mundo en donde la indignación se me hace cada vez más presente. La tele es el despertador no solo para mí sino que para Clau también. Ella siempre despierta antes que yo y va arriba para no molestar, dice. "Arriba" ahora es su mundo privado. Antes, además de nuestra habitación, estaban mi estudio y la habitación de costura. Ahora es todo para ella. Es muy raro que no estemos juntos abajo en nuestro salón, dormitorio, estar y escritorio unificado. Pero cuando hay algún partido de fútbol, o si yo tengo que grabar algo o si ella necesita su ordenador, va para "arriba".

Decía que al encender la tele a Clau le avisa que yo ya estoy despierto (una convención acordada) y unos minutos más tarde baja para alcanzarme el set de sondaje matutino y el desayuno. Hoy tuvo otro detalle. Abrió el ventanal que da al jardincito de atrás. “Vas a ver qué fresquito entra”, me anticipó. Hace unos días que comenzó un verano adelantado.

Además de resaltar los colores verdes del pasto y de las plantas, abrir ese ventanal hizo que instantáneamente un aire fresco y lleno de olorcito a jazmín entrara en el salón. Fue una caricia muy fuerte y seductora que hizo que apagara el televisor. Ahora no solo olía y sentía el frescor, podía escuchar. Además de percibir el silencio que me tiene acostumbrado este lugar del pueblo oía a los pajaritos que parecían disfrutar más que yo de esta mañana.

Independientemente del café con tostadas y jugo (zumo) de naranjas comprendí por primera vez qué habría sentido Grieg y automáticamente me puse a escuchar “La mañana” de Peer Gynt para seguir con este éxtasis sensitivo.

Ahora casi todas mis mañanas son así. Percibo las cosas de otra manera. Una manera más atenta a detalles como los de esta mañana. También me pasa lo mismo cuando voy conduciendo y en otros momentos más. Quizá sea la teoría esa que dice que cuando te falta un sentido se agudizan los demás. No se, pero increíblemente estoy agradecido.

6 comentarios:

MªÁngeles dijo...

Descubrir y dar las gracias por estar vivo, por palpitar, por tener la sensibilidad a flor de piel. De eso se trata. Me alegro que lo hayas descubierto aunque el precio pagado sea caro.

Preciosa la "gatita callejera". A mí también me gusta Grieg y Peer Gynt.

Yo también estoy agradecida del regalo que nos haces con tu blog y entradas y estoy segura que muchos seguidores, con o sin lesión,te lo agradecerán igualmente.

Claudia dijo...

Horace, siempre leo lo que escribís. Nunca pongo comentarios porque la mayoría de las veces no sé qué decir o, mejor dicho, no sé qué escribir. Seguramente sabría qué decir si te tuviera al lado con un rico mate de por medio (ya llegará ese momento). Solo quería decirte que lo que describiste hoy es hermoso y que creo que eso es vivir de verdad. Yo también trato de estar en la vida de esa manera. Cuesta mucho... Pero hoy, con tu relato, me llenaste de ganas y de alegría. Gracias.

horacio novello dijo...

Por lo general no soy tan atento como Mariángeles con su blog. Ella paciente y amorosamente responde cada comentario que hacen sus lectores.
No recuerdo un comentario sin respuesta.
Yo soy más vago.

Pero imagínense esta mañana además de calcarse la situación se agregan el espectáculo de ver a mi Clau cortando el pasto y yo disfrutando de estos dos comentarios.

Muchas gracias chicas.

horacio novello dijo...

Claudia, amiga desde siempre, me encanta que coincidamos en las formas. Entiendo que cueste porque todo lo que nos rodea nos hace pensar en cualquier cosa menos en disfrutar de la vida y ser feliz.

Me encantaría ahora escucharte y matear como en los viejos tiempos. Es una promesa volver a hacerlo.

Necesitaba responderte. Pensé en hacerlo en un correo pero quiero que los demás sepan cuánto te extraño y cuánto te quiero.

Claudia dijo...

Gracias, Horacio. Sabés que yo trato de no perderme el amanecer desde mi balcón. Sobre todo ahora que con el invierno amanece más tarde. Los colores sobre el río a esa hora son una maravilla. Me acordaba de eso mientras leía tu texto...

Ya tomaremos esos mates, ese día se acerca.

MªÁngeles dijo...

Ceo que no se puede añadir más. Gracias por tus gracias, Horacio.