lunes, 25 de junio de 2012

Historia de amor de un sabandija

Era un hombre de unos 40 años. Había nacido con malformaciones en su cuerpo. Su cabeza, la parte alta del tronco y sus brazos, parecían a las de cualquiera dentro de las dimensiones y características del resto de su cuerpo. Andaba en silla y era mi compañero.

Muy respetuoso y cuidadoso de las formas. Intentaba siempre no llamar la atención y pasar desapercibido. De fácil risa cuando apenas percibía el chiste. Una de estas bromas derivó en el apodo que le puse. Para mí, era “El Sabandija”. Sin embargo en sus palabras dejaba traslucir la tristeza que le causaba todo lo que había vivido. Y así hablando un poco, riéndonos varias veces, me contó su último desencuentro amoroso.

Ella era una chica muy joven, mucho más joven que él y muy guapa, según la describía. La conoció por un amigo en común. Ella desde el principio quiso ser su amiga. Pero no quería que sus padres se enterasen que su amigo tenía los problemas que tenía. Era una relación en secreto.

Compartían momentos, paseos y salidas. Aunque eran muy pocas. No solo por la intimidad que necesitaban. Ella no trabajaba y él aunque era dueño de su casa cobraba una ayuda muy inferior a la que necesita cualquier persona para sentirse como tal. Buscó siempre trabajo pero sin lograrlo. No quise averiguar mucho pero entiendo que esa ayuda económica que le daba el Estado fue un logro administrativo y económico muy importante para su vida. Lo mismo que su casa. Estaba muy orgulloso de ser el amo y señor de un piso pequeñito pero adaptado de tal forma que se sentía muy cómodo viviendo ahí. “El día que vengas a visitarme, verás qué guay es mi casa. Todos los muebles a mi alcance. Parece la casita de Pinypón. Eso si, tu dormirás en la cama grande. La que tiene el mejor colchón y sube y se baja.”

Ella ya había conocido su colchón.

Su salud siempre fue muy frágil. Una mañana de ésas en las que por urgencias, entró en el hospital, tuvo que quedarse ingresado algunos días. Apenas se conocían pero ya le había dado la llave de su casa. Ella la mantendría y podría quedarse el tiempo que quisiera, le había ofrecido él. Y así fue.

Uno de esos días una vecina la vio entrar en la casita como casi todos los días, pero esta vez no llegaba sola. Esta señora, que no sólo sabía la condición de mi amigo sino también el número de teléfono de su familia, no dudó en llamar a su hermano. Vivía en Madrid y tuvo que viajar hacia el sur, hasta el mar.

Viajó, llegó y tardó nada en abrir la puerta de la casa de su hermano. La encontró a ella con el otro y una escenografía de desorden y devastación de alacenas. Le pidió la llave y luego los echó.

Mi amigo nunca la volvió a ver. Mientras seguía ingresado se intercambiaron eSeMeeSes, en los cuales se quiso saber y se quiso explicar. Ella juraba sin convicción y él le perdonó el coste de la bombona de butano y las provisiones que consumió. Pero nada más.

Cuando me contó su historia no se lo veía muy afectado. Para él, el amor se resumía a estas cosas. Toda su vida amorosa había sido una sucesión de decepciones, intentos infructuosos, confusiones, engaños, pérdidas. Hasta alguna vez intentó ligar con una chica que lo miró un poco más de la cuenta y ella a la segunda frase ya le había dicho su precio. “Era muy caro”, me dijo decepcionado. Estoy seguro que de otro modo, lo hubiese pagado. E inclusive, más. Pero no por sexo, lo haría por un poco de amor.

miércoles, 20 de junio de 2012

De miusic is mai laif...

Todavía rondan por mi cabeza las primeras sensaciones que generaban dudas sobre cómo sería mi nueva vida. No el principal, pero si muy importante era el de poder seguir haciendo música.

La lógica decía que no iba a haber mayores problemas. Había que probarlo. Mucho tiempo conviví con esa espera hasta que un día me decidí a enfrentar el problema. La guitarra, en el hospital, no parecía encajar como escenografía. Los primeros intentos no fueron buenos. No por los brazos y manos. El problema era el equilibrio en la silla. Mi poca estabilidad iba atrás en la carrera. Busqué ayuda y opciones pero tampoco quise forzar el encuentro de una solución inmediata. No me gustaba mucho que me viesen ensayar. Era imposible estar solo mucho tiempo. Y además todo me hacía ver que estos intentos era mejor que los hiciese en casa y con tranquilidad.

Una nueva época estaba llegando. Podía plantearme hacer cosas con tiempo y sin prisas. Muy raro en mí.

Ya ubicado en casa y con el estudio armado, continué con los intentos. Sobre todo con la guitarra criolla. Instrumento base de mi andadura musical.

La sonoridad que lograba arqueando el cuerpo como si abrazase la guitarra criolla no la pude volver a conseguir. Estaba lejos de lograr el sonido profundo y cristalino a la vez que me embelesaba en las épocas de estudio y ensayo. Aún no consigo sentirme pleno. No sé si lograré volver a sentirlo. Quizá el tiempo me ayude a reeducar un poco más el cuerpo para esta tarea.

También resigné el uso de ciertos instrumentos de percusión. Los bongós entre las piernas mientras acariciaba parches de congas, tumbas y platos ya son historia.

Quedaba la electrónica. Con la eléctrica y el bajo no encontré problemas. La postura no es la glamourosa de esos intérpretes con la guitarra colgada bien baja haciendo movimientos que acompañan al solo o al riff de turno. Es más bien todo lo contrario. La correa bien cortita, instrumento pegadito al pecho y sentadito no es la imagen del rockstar de turno. Pero, bien. Está bien.

Con los teclados no tengo mayores problemas. Salvo los que ya tenía antes y a los que ahora quiero superar estudiando para depurar la técnica y ampliar el control.

Con la aparatología informática, todo bien. Un nueva compu (ordenador), nueva interfaz de audio, actualización de soft y un nuevo espíritu para usarlos. Ahí, todo perfecto.

La composición nunca fue mi fuerte. Pero en el hospital tuve algunos momentos de inspiración y claridad. Surgieron algunas letras y algunos conceptos con los que estoy trabajando en estos momentos. Mi idea, ahora, es la de plasmarlos en algunos demos. Independientemente de mi colaboración en el grupo “El ladrón de cascabeles”.

Aquí les dejo mi primera grabación de esta época para que escuchen. La letra expresa la primera impresión que tuve cuando desperté de la ensoñación del accidente. Habla de lo que debería haber visto y lo que realmente ví.

Al Salir

(Hacé click en el título para escucharlo en Soundcloud)

Qué hay de la luz en el túnel?
No sé, yo solo vi tu amor.
Qué hay de ver desde las nubes
No se, yo solo vuelo en vos.
Dejé de chapotear en el barro para así nadar en el mar

Qué hay de la vida en mil fotos?
No sé, yo solo vi tu amor.
Qué hay que todos te reciban?
No se, hoy me esperabas vos
No voy a mirar más al suelo, confío en que tu azul me guiará
Meterme en tu estrofa y saber como será mi vida en el más acá.

Horacio Novello - iAXE629 MetAlien - bajo fretless - voz
Ricard "Huxflux" Nettermalm - Batería by SD2