jueves, 12 de enero de 2012

Benditas pesas azules


En los primeros tiempos de la rehabilitación, uno quiere hacer todo. Me refiero a esforzarse al máximo y trabajar rápido en lo que respecta al uso de brazos y musculatura del torso. Evidentemente uno va descubriendo que pasa por ahí la cosa. Vamos al gimnasio y comenzamos a realizar ejercicios. Los fisios lo hacen y van enseñando hacer. A veces no sabemos muy bien el objetivo de tal o cual cosa pero cuando uno agarra las pesas, ya sabemos a lo que vamos.

Recuerdo con mucho afecto, los primeros días en los que mi fisio asignada venía a la habitación a “movilizarme”. Piernas que flexionaba una y otra vez. Charlas que ayudaban al por qué de tal o cual movimiento.
Ella se había ofrecido a dejarme en la habitación dos pesas de 3 kgs. cada una para que yo cuando quisiera les diera uso. Las atesoraba en mi mesita de luz. Eran de plástico rellenas de arena y azules. Esa mesita en la que había de todo.  No había espacio para nada más pero ahí, en un rincón dejaba las pesas.
Y las usaba. 

Cuando nos despertaban los saludos del turno de las 8:00 (algunos llegaban media hora antes), yo ya extendía los brazos para llegar hasta las pesas.
Tenía tres rutinas las cuales me encargaba de aumentar en cantidad periódicamente. Y dale que te dale. A veces despertaba a mi compañero que siempre me auguraba una rehabilitación rápida. Una vez que terminaba, aprovechaba a quitarme el sudor ya que venían a higienizarme.

Mi fisio es una chica muy proactiva. Es decir no solo se encargaba de buscar límites a mis capacidades sino que también me dejaba “avanzar” y experimentar solo.
Con lo demás no tanto, pero con las pesas, yo tenía una cierta obsesión. Bíceps, tríceps y deltoides eran como un objetivo a atacar. Eran como una planta a las que había que hacer crecer y crecer. 

Aumentaba el peso de las pesas progresivamente.
Demás está decir que esto no era gratuito. Tenía dolores en los brazos continuamente. Sobre todo a la noche. Soñaba que hacía esfuerzos con los brazos y estos me hacían despertar con las extremidades doloridas. La medicación era un paliativo poco efectivo. Me quejaba poco. Era el precio que debía pagar.

Llegaron las vacaciones de mi fisio y vino una suplente nueva.
En ese momento preciso cambiaba mis pesas de 4 por unas de 5kgs. Y así estuve unos días. 
No aguanté más los dolores y se lo comunqué a la nueva. Esperaba algún tipo de masaje o magia para calmar un poco la cosa.
Ella se preocupó y me preguntó cuánto tiempo hacía que estaba así. Me amonestó la tontería de no hablar.
Era fisioterapeuta. Podía intuir algo de lo que me pasaba pero no tenía autoridad para diagnosticar ni aplicar ninguna acción. Solo suavizar los ejercicios. Esta situación debía comunicarla a mi doctora, me dijo. Debía ser ella quien tenía que actuar.

Mi doctora estaba de vacaciones. En la planta solicito que me venga a ver a la que correspondiera que la suplantara.

¿Qué te ha dicho la doctora? me preguntó la fisio a la mañana siguiente. Le dije que no me vino a ver. Así pasaron dos días. Mientras tanto yo seguía mi actividad “suavizada” tratando de no ser “quejica”. Al tercer día la fisio no dudó en buscar ella misma a la doctora correspondiente que resultó que también se tomó algún día libre. Idas y venidas de vacaciones, suplencias y otros etcéteras relegaron lo que no era urgente y nadie vino a verme. Esta chica logró hablar con otra doctora. Escuchó mi el caso y prometió verme ese mismo día.
Pero nada. Otro día sin asistencia. 

Aunque se parezca mucho, no es mi brazo
Al cuarto, hicimos ejercicios muy débiles. Solo movilidad. Y me dijo que me plantara en la enfermería y esperara. Llegué a la enfermería y comuniqué que hasta que no viniese un médico no me movería de la habitación. Y allí me dirigí.
A la hora llegan a la habitación, una doctora, dos enfermeras y una auxiliar. Me examinó y solicitó hacer ecografía de la zona.

Al otro día, luego del estudio y análisis, me informan que tenía microroturas musculares en los hombros.
Ultrasonido, láser, cremas, medicación, ejercitación leve y tiempo serían necesarios para regenerar la dolencia. Mi rehabilitación sufría una demora totalmente inesperada.

Aprendí varias cosas después de esta situación. Pero lo que más rescaté fue la implicación de la fisio. Ella venía a hacer una suplencia, podía hacer que el tiempo pasase y terminar tranquila su trabajo sin complicaciones. Pero eligió solucionar un problema. Y esto implicó hablar con su jefe, doctores que no le hicieron caso y pararse a corregir esta dificultad administrativa que implicaba que un paciente empeorara su situación. Se expuso e impuso con autoridad respetuosa.

Yo, por supuesto, que se lo agradecí. Hablé con su jefa para resaltar el hecho y ésta me dijo que existía otra vía, si es que quería hacerlo, para resaltar esta actitud.

Lo hice. Escribí una carta de agradecimiento elevada al director.
A los pocos días, la fisio, llegó a mi habitación. Le había llegado una carta con una felicitación de las autoridades por su actuación y mi agradecimiento por ese hecho. 
Me dijo que hizo lo que tenía que hacer y esas cosas. Yo respondí que todos en el hospital trabajaban bien, pero muy pocos se implican a conciencia en su deber y ella lo había hecho. 

Merecía un reconocimiento especial. En estas épocas no es común hacer lo que corresponde hacer.

1 comentario:

MANDALAYC dijo...

HORACIO:LO QUE HICISTE, ESTA PERO QUE MUY BIEN.RECONOCER EN ESTE CASO A UN PROFESIONAL QUE SU TRABAJO LO ESTA DESEMPEÑANDO COMO DEBE SER,INCENTIVA A QUE EL TRABAJADOR POR EL HECHO,DE SU RECONOCIMIENTO,A ESTAR ORGULLOSO DE SU PROFESIONALIDAD LO CUAL PROVOCA UNA BUENA RELACION ENTRE FISIO Y PACIENTE.
PERSONALMENTE A MI ME GUSTA AGRADECER LAS BUENAS ATENCIONES DE OTRAS PERSONAS HACIA MI.
NUNCA ESTARE DE ACUERDO CON GENTE INGRATA A NINGUN NIVEL (SEA UNA DEPENDIENTA,POR EJEMPLO.
O ALGUNA PERSONA CON LA QUE SE COINCIDA EN CUALQUIER PARTE).
HAY UN DICHO QUE DICE:ES DE BIEN NACIDOS SER AGRADECIDOS.