sábado, 11 de febrero de 2012

Vamos de paseo.. pi, pi, piii


Cada vez que venía o se iba alguno trataba de mirar para animarme a pensar que yo también podría hacerlo sin problemas.

La mayoría lo hacían elegantemente y sin muchas dificultades. Abrían la puerta, un par de  movimientos y sacaban la silla, se sentaban y ya está.

Yo intentaba hacerlo lo mejor que podía en terapia (Terapia ocupacional). Pero tengo que reconocer que me costaba. En el piso donde estaba terapia habían simulado la mayoría de las posibilidades arquitectónicas y mobiliarias con las que un lesionado medular puede encontrarse en su casa y en la vida real. Convivían sillas, sillones, camas, duchas, bañeras, inodoros (váteres) y unos cuantos etcéteras más. 

Había también un coche para aprender a entrar y salir. La fisio me trataba de explicar la lógica de los puntos óptimos para aplicar la fuerza. Y los lugares que me darían la seguridad y la estabilidad en el proceso. Lo hacía así porque sabía que era mi forma. Mi manera de encarar mejor las transferencias. Primero me pasa por la cabeza y luego intento plasmarlo. Pero claro, hay más factores. 
Ese era el motivo por el que observaba a los lesionados que llegaban y se iban con su coche. Intentaba comprender su técnica. Algunos trabajan en el hospital por eso los veía todos los días. Otros que estaban para revisiones y simplemente salían a pasear en los tiempos libres.

Entonces llegó el momento de hacer las prácticas.

Hasta el día del accidente tenía el carnet de conducir español. Me acuerdo que luego de un tiempo, después de llegar a España, pude canjear el que tenía que era argentino por este español. No tuve que validar nada y examinarme. Solo el “psicotécnico”, como le dicen aquí. Fue una de mis primeras "conquistas burocráticas". Recuerdo que la familia de Galicia me ayudó mucho para lograrlo.

Ahora ese carnet no me servía más. Necesito conducir un coche adaptado. Que tenga el acelerador y el freno al alcance de mis manos. Ya no me sirven los pedales. Por eso mismo es necesario reeducar la sincronía de pies y pedales por la de palancas y manos. Además te tiene que avalar la Dirección General de Tráfico. Tuve que recurrir a una autoescuela que tuviese un coche adaptado. El hospital, hasta ese momento (agosto 2011), asumía el coste de la reválida del carnet. No era necesario elegir la autoescuela. Por motivos de ajuste económico del hospital ahora todo cambiaba. Yo fui uno de los primeros (no se si no fui el primero) que tuvo que pagarlo. Pero no quedaba otra. Clau se sigue negando a aprender a manejar (conducir). Quedo yo para poder movernos por esta España a la que es imposible estar sin tener un coche para poder moverte si vivís en un pueblo chico. Pero no me quejo. A mi me encanta manejar.

Todo el mundo me decía que era muy sencillo. Además si alguna vez usaste botoncitos para jugar con la compu, ahora iba a ser parecido. Así fue.

El primer día que me volví a sentar en un coche y poder agarrar el volante además de sentirme raro, me emocioné un poco. Me costaba reaccionar a situaciones a las que uno ya estaba acostumbrado instintivamente a realizar con los pies. Sabía que el auto tenía doble comando pero de todas formas me sentí seguro cuando salimos a recorrer Toledo.

Fueron solamente tres clases. Después el examen. Fueron unos cuantos “gire en la próxima”, “pare aquí”, y no mucho más.

Cada vez que me subo y bajo del coche todavía me cuesta un poco. Supongo que el tiempo será un buen compañero de aprendizaje. Clau, sabe que no lo necesito. Pero siempre como amorosa compañera que es siempre está ahí. “Por las dudas…” me dice.

Tengo mis ventajas también. Mi ayuntamiento me facilitó una tarjeta que tengo en el parabrisas. Me permite estacionar en lugares especiales para mí. Y, sin que me multen, en lugares con parquímetro y no pagar ninguna tarifa en España y toda Europa.

Manejar es otro placer con el que me pude reencontrar después de tanto tiempo.
Subí que te llevo... ¡Tu ruta es mi ruta!

2 comentarios:

Afrontando la lesión medular dijo...

El coche favorece la independencia y ésta la calidad de vida. Asimismo, devuelve la autoestima a la persona con diversidad funcional. Sentados al volante todos somos iguales. He conocido pacientes que usaban el coche como si de la silla se tratase. Con él han ido a comprar la prensa, tomarse una cerveza, etc., todo ello sin salir del vehículo.
Me alegro que el coche te"de alas", Horacio.

MANDALAYC dijo...

COMO BIEN DICE MARI ANGELES ,AL VOLANTE TODOS SOMOS IGUALES.
UN BUEN DÍA LE DIJE A CARLOS QUE PODIAMOS NO PARAR DE DAR VUELTAS CON EL COCHE ,PUES DE CARA HACIA FUERA PARECERIA QUE NO ESTABA YO EN SILLA DE RUEDAS.
ESTO ES UNA PEQUEÑA ANECDOTA ,PERO ES UNA CLARA REALIDAD .
HAY DÍAS EN LOS QUE SE AÑORA NUESTRA ANTERIOR VIDA .