domingo, 4 de diciembre de 2011

Fiiílinssss, uou, uou, uou, fiiiilins


Hay un mito urbano que circula por doquier en el cual se dice que una persona a la que le  amputaron una pierna asegura que de vez en cuando le pica el dedo gordo fantasma. No es un mito. Es una realidad.

Yo no tengo ningún miembro amputado. Tengo una insensibilidad total desde más o menos donde comienza el ombligo y baja hasta el sur plantar. No dejo de tener sensaciones.  Si bien no son picazones del dedo algunas pueden llegar a tener que ver con sensaciones de esfínter a punto de estallar que no dejarían de preocupar a cualquiera en una situación de normalidad. Y estas pueden durar horas.  Otras veces también tengo la sensación de frío que me recorre por toda la pierna y es como si se me pusiera la piel de gallina. Qué se yo…

Otro síntoma raro. Movimientos que hago algunas veces provocados y otras involuntarios. Los espasmos. Si toco en el punto exacto y dependiendo de la postura, soy capaz de flexionar cualquiera de las dos piernas dejando con la boca abierta a cualquiera que sepa que no muevo voluntariamente las piernas.
Estos síntomas y otros (mareos, cefaleas raras, flashes de brillantes lucecitas y varios etcéteras más), cada vez que se los planteaba a los médicos siempre obtenía la misma respuesta: “son motivados por la lesión”. Respuesta evidente que traducida vendría a ser algo así como “bienvenido al mundo de las lesiones medulares, aguantate y jodete”

Recuerdo que el principio de solución a mis problemas de sensibilidad me la dio un cura. Un día charlábamos con William, un misionero jesuita que siempre andaba por el hospital, sobre la importancia o no de hacerle caso a lo que sentíamos. Yo creo que en ese momento él me hablaba de su relación con Dios pero unos minutos después de acabada la charla hice la siguiente traslación lógica: “si tengo unas irrefrenables ganas de mear y en realidad no siento mi vejiga de ninguna manera, quiere decir que no me estoy meando. Tengo que descartar la sensación de mi cabeza e ignorarla”. Aplicar este descubrimiento me valió el relacionarme de una forma mucho más satisfactoria con “las nuevas sensaciones” de “mis viejas realidades”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Poco a poco sabrás más hasta sentirte cómodo en tu "nuevo cuerpo" como cuando uno estrena zapatos que le lleva tiempo a hacerse con ellos.
Necesitas tiempo que es lo que nunca tenemos. Creo que la filosofía del movimiento "slow" tiene mucho que aportarte y aportarnos. Te recomiendo que leas a sus pioneros. MªÁngeles